Encaje negro
y humedad de trinchera,
los rizos en copa de elixir
y rastro de rímel
en la boca del marinero;
aritmética del orgasmo,
un día de sombreros grises
y sabanas color de sangre.
Después,
hablando de un cartel
y del olvido de los besos,
la intimidad
de su dulce voz decía: no te engañes,
la admiras y la amas;
así, de una evidencia,
me desnudó hasta los huesos.
No pasa nada,
la vida muere en su pequeñez
y la naranja
en el silencio amargo
de un azul metamorfosis.
viernes, 25 de noviembre de 2011
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3 comentarios:
¿Y quién no sucumbiría a una muerte tan bella?
Te faltó un NO, y era la muerte perfecta.
Que le pasa a mi poeta?
Vamos hombre, que se te extraña...
Besote
¡Que buen poema! Tu creativida lejos de agotarse, crece y crece.
Un fuerte abrazo.
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