Corazón enlazado en el fuego temerario.
Besarte el alma quisiera, mi bien amada.
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Y en la tarde excelsa del otoño,
en un silencio decoroso,
suavemente acariciar tu mejilla.
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Palabras desnudas dibujando,
un arco iris de sabanas eternas.
Paginas abiertas hacia el infinito.
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Y al amanecer de la noche anhelada.
Con el perfume de la piel en las yemas.
Beber el nuevo día, en la copa de tus entrañas.